¡¡…No me bajes los brazos pendejo…Vamos todavía…!!.
La impronta pertenece a Horacio Acavallo, retirado púgil que supo ajustarse la panza con el cinto de campeón. Su carrera sobre el cuadrilátero bien puede relacionarse con nuestra obligada vida nómade de los últimos dolorosos 30 años. Cada trompada en el ojo de nuestro campeón mundial, debe haberle dolido tanto como nuestro desarraigo. Pero cada piña da más fuerzas. Y a nosotros nos pasó eso. Cada tablón que se desglosó fue una trompada en la nariz, cada butaca que fue a parar a ninguna parte fue un latido menos para nuestro cansado e irrenunciable corazón. Pero ante cada golpe nos volvimos más combativos y contestatarios.
Ahora metimos una trompada nosotros y el adversario trastabilló. Nuestro gancho de derecha se hundió en el hígado de quienes nos quieren lejos de Boedo.
A
El Micro Estadio no debe demorar en crecer sobre
¡¡Vamos todavía !!